ECO DE DESTRUCCIÓN
Él se sentía abatido. Hoy cumplía 20 años. Y ya no sabía lo que hacer. Moría poco a poco, con la juventud encerrada en el baúl del recuerdo. Se sentó encima de la cama. Quería reflexionar; quería encontrar una solución para su problema. La vejez se le estaba echando encima. 20 años ... 20 años muertos, desaprovechados, que no sirvieron para nada. Mira que su madre se lo había advertido inexorablemente pocos años atrás; que estudiara para crearse un futuro; que se labrara una carrera; que fuera "alguien" el día de mañana. Y él entonces no lo comprendía. Le gustaría retroceder en el tiempo, en ese vasto principio físico. Quería comenzar de nuevo la partida y ponerse a estudiar como un loco. Pero ahora ya estaba todo hecho. Quería llamar a su madre, decirle lo mucho que la amaba, que le perdonara. Decirle que aún no era tarde ... Mas lo era. Ella se lo había advertido con todo el cariño materno, con caricias y abrazos, con una educación que sería la base del todo que indudablemente sería su futuro. Dos lágrimas se le cayeron y resbalaron por las mejillas coloradas. No tenía a nadie: ni a sus padres, ni a sus hermanos ni a su familia. Se encontraba solo, sin amigos y sin ni siquiera una chica que le consolara, a la que querer y proteger del dulce frío todas las noches estivales bajo una manta de amor y pasión.
Sus padres lucharon por él, le ofrecieron lo mejor que se le puede dar a un hijo. Le juraron que cuando sacase una buena carrera se lo agradecería a ambos. Y el adolescente ignorante, inútil, les contestaba y se rebelaba ante ellos. y ahora llora, pide perdón a un nadie inexistente, se hace pasivo ante los demás y quiere recuperar los 20 años perdidos. Pero sabe que eso ya es imposible. No le queda más que sollozar todas las noches bajo una atmósfera gélida y cruel con él, abrazando al aire y dejando escapar suspiros de destrucción y agotamiento, dependiendo de personas a las que ni siquiera conoce, viviendo a la intemperie y sin nada que llevarse a la boca salvo una pobre barra de pan al día, que devora siempre con ansia y avaricia.
De debajo del colchón sacó una bolsa escondida, de contrabando, llena de speed y cocaína, esa inestable mezcla en la que la "coca" era mayoritaria. De un bolso de sus derruidos vaqueros dejó a la luz de la noche y la lámpara una jeringuilla ya cargada de "coca". La bolsa la tenía por si aquella aguja asesina no era suficiente. Él no quería recordar. No quería vivir más. Solo suplicó a Dios que su alma permaneciera entre las sombras de la noche. Se subió la manga de la camisa manchada de grasa y vadea y restos de orina. Agarró fuertemente la jeringa, como si eso fuese lo único que le fuese a salvar del terrible mundo terrenal. Colocó el pulgar sobre el émbolo. Se preguntó si 250 miligramos de cocaína iban a ser suficientes. Colocó la punta de la aguja encima de la intersección entre el húmero y el radio. Vaciló un momento antes de presionar el émbolo. Luego, apretando los dientes, se clavó la aguja con fuerza y torpeza y al fin apretó con el dedo pulgar. La sustancia tóxica bañó en un momento todas las venas de su organismo. La zona del pinchazo comenzó a recibir plaquetas y linfocitos que intentaron engullir, en vano, las grandes partículas de la droga. La cocaína viajaba ya, con libertad casi completa por todas las venas y arterias de su cuerpo, irritándolas a su paso. Cuando llegaron a las arterias coronarias, el tejido cardíaco intentó no debilita~ al entrar en contacto con esa extraña sustancia nueva. Al llegar con igual fuerza y presión al cerebro, la sinapsis entre las neuronas se aceleró. El joven sintió un placer inmenso y sonrió, olvidándolo todo. Pero la sensación de superioridad y las arcadas placenteras solo duraron unos instantes. Porque acto seguido, le comenzó a picar todo el cuerpo. Era una sensación insoportable. Se empezó a rascar, pero el picor no cesaba. Para él eran bichos que correteaban por debajo de su piel. Y los sentía. Se siguió arrascando y se
rasgó completamente la suave piel de los antebrazos despidiendo un suspiro lleno de dolor intenso e insoportable. Mas los "insectos" continuaron su macabra marcha. El chico se quitó toda la ropa; se despojó de todo lo que le cubría y se metió debajo de la ducha apoyando el pie izquierdo en el suelo. Pero este estaba mojado y resbaló. Su nuca se estrelló contra el grifo que despedía agua como un coche humo.
La sinapsis continuó, más acelerada que nunca. La inconsciencia de su ser duró poco. Su cuerpo se empezó a sacudir violentamente después de arquearse su espalda. Le sucumbió un ataque epiléptico. Se mordía la lengua como un loco. Ese músculo quedó destrozado, lleno de llagas y heridas.
Su corazón no resistió más. Dejó de latir.
Tal vez ese era su destino: acabar ahogado en sus propios intentos de pedir perdón a sus padres, esos seres infinitos que le cuidaron y hubieran cuidado por siempre y para siempre, en un intento de sacar algo de ese niño con carita angelical al nacer, que parecía un ángel recién venido del cielo para iluminar la vida de unos progenitores ilusionados.
Tanto él como ella no pudieron suprimir el sollozo que despedían sus ojos. Él le pasó un brazo por los hombros. La mujer no pudo evitar acercarse al ataúd de madera y cristal que albergaba el cadáver que poseía unos ojos cerrados y una terrible y sospechosa mueca de liberación y felicidad. Ella colocó su mano pequeña encima del vidrio y la deslizó suavemente. Lloró aún con más intensidad y se alejó, recordando que aún guardaba en sus entrañas un poco de rencor por su hijo ya descansando en el fondo de una caja de madera de pino, con 20 años recién cumplidos.
La doctora se acercó:
- Lo siento. De verdad. Su hijo falleció de una sobredosis de speed-ball y cocaína. La más reciente es la de cocaína: 250 miligramos aproximadamente. Pensamos que se trata de un suicidio.
Y. .. ¿las heridas de los brazos y la ... ? - No pudo volver a reprimir el llanto.
- La cocaína es una droga estimulante, pero también alucinógena. Seguro que pensó que la sensación de picor eran hormigas
El joven estaba muerto. Ya nada le devolvería a la vida.
No supo luchar por ella. Sus padres intentaron sacar de él una joya. Mas él no puso de su parte.
NO SUPO LUCHAR POR LA VIDA
2º PREMIO DEL: CERTAME C I M A en PONFERRADA
AUTOR: Joel Núñez
Un Joven muy Joven, pero con mucho futuro por delante
LA Asociación de Raíces Laciniegas lo felicita y le da las graciaS por UNIRSE A A FAMILIA DE RAÍCES LACIANIEGAS
